MI RAIZ
- Ely Ruiz
- Jul 31, 2023
- 4 min read
Cualquiera creería que mis días lejos de casa han sido llenos de felicidad y libertad y mentiría si digo que no he tenido días así, pero he tenido muchos más días malos, llenos de llantos extrañando mi casa y luchando a diario con mis demonios, que año con año se suman más a la lista.
He descubierto que soy una persona llena de miedos e inseguridades.
Creería que soy una carga energética de mis ancestros y ellas vienen siendo mujeres trabajadoras de carácter fuerte y de una energía muy masculina a excepción de mi mamá, pero a mí me toco ser esa energía que es su balance en la vida, la que le da paz, seguridad y calma cuando en realidad debería de ser lo contrario.
He tratado con los años darle el rol que le corresponde, ha estado funcionando poco a poco y podría decir que nuestra relación es mejor ahora gracias a que le devolví su lugar en nuestra familia.
Mi abuela materna siempre tuvo una manera de jugar con nosotros muy peculiar, era muy tosca, tenía mucha fuerza en sus manos y cuando se trataba de darnos medicina o nuestro famoso “sábado de gloria” sentíamos el poder de sus manos, la pobre hacia tantos corajes conmigo porque mi familia paterna me tenía muy consentida que si yo no quería algo no me obligaban y con mi abuela materna no había opciones de decidir.
Mi abuela materna con los años se volvió una de mis mejores amigas, tuve la oportunidad de disfrutarla con buena salud y velar su sueño en su enfermedad, pero siempre me sentí especial con ella porque tuvimos risas sinceras y descubrimos que somos muy parecidas, podría decir que soy la única que se parece emocionalmente tanto a ella y un poco físicamente para ser sincera.
Hoy aprendí a valorar mi físico más que nunca, he aprendido a amarme completa con todos mis detalles que la gente podría decirle “defectos” son mis marcas de vida, mis cicatrices, arrugas, lunares, pecas y estrías todas tienen una razón de ser.
Mis cicatrices en las rodillas y en las manos son de las veces que jugué con mis primos en casa de la abuela, todos esos días de andar corriendo detrás de otros como locos y claro en algunas ocasiones también tuve accidentes en la escuela, pero no tantos como en casa.
Mis arrugas hoy me recuerdan lo mucho que sonrío todos los días, por educación, por cortesía, por recibir mensajes de mis mejores amigas o de alguien especial, mis carcajadas a diario con mis amigas de la oficina y las que me aviento con mi mejor amiga en su casa, no puedo arrepentirme un solo día de tener esas arrugas en mi vida, son mi mejor defecto en verdad.
Los lunares que tengo son marcas que comparto con mis ambas familias, tengo el mismo lunar rojo de mi abuela materna y el mismo lunar café que mi papá, son la huella de sus vidas en la mía, son la evidencia perfecta que estoy compuesta perfectamente de mis padres y que negar algo de mi cuerpo es negarlos a ellos también y eso jamás pasará.
Mis pecas en las manos son la muestra perfecta que la edad hace estragos en mí y cada día mis manos se parecen más a las de mi mamá y a las de su mamá. Tengo algunas pocas pecas en la cara, pero son del sol que a propósito he permitido que manche mi piel en la playa y lo he disfrutado tanto.
Mis estrías, a ellas las aprendí a amar el día que empecé a amar mi cuerpo tal cual era. Entendí que el peso no define quien soy como ser humano. He disfrutado mi cuerpo cuando estuve delgada, tanto que podía usar lo que quería, verme al espejo y gustarme mucho, disfrute mi cuerpo atlético cuando hacia ejercicio y empecé a ver y a amar como mis piernas se volvieron mi parte favorita de mi cuerpo, pero también he disfrutado mi cuerpo con peso extra porque me di cuenta que seguía siendo la misma persona tan feliz en esos tres cuerpos, aprendí a verme al espejo y disfrutar como lucía mi ropa con ese peso extra y mis estrías son eso, el recordatorio de las veces que mi piel ha sufrido esos cambios pero sin duda en todas esas etapas fui feliz.
Me ha tomado mucho tiempo aceptar la persona que soy, aceptar mis defectos, mis aciertos y sobre todo mis demonios. Ha sido un proceso muy doloroso y mas que eso, un proceso muy largo en donde he tenido que deshacer quien soy y volver a armarme tomando solo lo bueno que puedo tener de mis padres, he transformado poco a poco quien era para convertirme en una mejor persona para mí, una persona con la que yo pueda convivir sin tener que odiarme como lo hacía antes.
No he terminado mi misión, hay muchos miedos e inseguridades que aun me han costado superar y espero poder salir de ellos muy pronto, mientras eso pasa sigo de pie todos los días intentando ser mejor.
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